DE LOS ROMANOS A LOS VISIGODOS
Si bien las primeras incursiones bárbaras asolan la provincia a partir del 264, sería muchos años más tarde, con la decadencia del poder imperial, cuando se deja sentir la influencia de estos pueblos germánicos en León. En el 409 los suevos entran en la península, junto con otros pueblos bárbaros, e invaden la Gallaecia, región del noreste que incluía el convento asturicense y establecen reinos mediante pactos con los romanos.
Más tarde, en 456 los suevos capitaneados por Requiario son derrotados por otro pueblo de origen germano, los visigodos, en la batalla del Órbigo, en tierras leonesas. Este pueblo va mermando las posesiones de los suevos hasta que el rey visigodo Leovigildo, que sometió León, derrotó al caudillo Audeca en Lisboa, consumando esta sucesión y expulsando a los Suevos del territorio peninsular.
De forma paralela a la llegada de los nuevos invasores y sus luchas territoriales comienza a hacerse visible la presencia de monjes godos que buscan acomodo, sobre todo, en los valles de la comarca berciana, para practicar una vida de oración y meditación. Alejados en muchas ocasiones de la ortodoxia cristiana, se instalan seguidores de las herejías priscilianistas, entre otras. Siglos más tarde, en torno al IX, otros nuevos monjes se instalan en la denominada Tebaida Berciana, iniciando la fundación de cenobios y asentamientos en los que destacan nombres como el de San Genadio de Astorga, seguidor de San Fructuoso, e impulsor de comunidades monacales como las de Santiago de Peñalba, Santa Leocadia de Castañeda o San Alejandro.