MINERÍA E INDUSTRIALIZACIÓN
El siglo XIX se abre para España, y León no sería una excepción, con el trauma de la invasión napoleónica. Los franceses entran en la ciudad en junio de 1808 y aunque la resistencia de sus habitantes no tuvo la intensidad vivida en otras ciudades españolas sí que hubo ciertas escaramuzas con las tropas ocupantes. León también disputa, según algunas corrientes historiográficas, el honor de ser la primera ciudad en llamar a los españoles a la rebelión frente a las tropas francesas. En la vecina ciudad de Astorga se vivieron hechos heroicos con un duro asedio a la ciudad, su resistencia le valió la mención de “benemérita”.
Tras la derrota y expulsión de los franceses de la península, León no se sumaria al espíritu de reforma propio de la Constitución de Cádiz. En este sentido destaca la figura del obispo Joaquín Abarca, que fue también consejero de Estado. El prelado leonés, simpatizante de la causa carlista, promovió una revuelta que fue reprimida. Las montañas de Riaño fueron el escenario de una de las últimas batallas de Carlistas entre partidarios de Don Carlos y las tropas reales del General Espartero.
Desgraciadamente las reformas iniciadas por Mendizábal, cuatro años más tarde, no darían el fruto deseado. Los bienes del clero, provenientes de la Desamortización, fueron a engrosar el patrimonio de la nobleza, ya de por sí abundante. Por otra parte en la capital de la provincia, se aprovechó tierras desamortizadas para potenciar un desarrollo urbano que necesitaba nuevos espacios. La llegada del ferrocarril el año 1863 resultó determinante en el desarrollo de la ciudad.