BAJO EL ÁGUILA ROMANA

Si bien Roma conocía, dos siglos antes de Cristo, las tierras de León ricas en oro, es en la última mitad del siglo I a.C cuando se asienta, de manera permanente, Roma en el territorio provincial, una vez finalizadas las Guerras Cántabras.  El enfrentamiento  bélico entre las  legiones imperiales y los  pueblos oriundos de estas tierras y su mítica resistencia obligaron al emperador Augusto a dirigir personalmente la contienda, desembarcando en Tarraco y dirigiéndose a estas indómitas tierras del norte. En el 19 a.C, con el asedio y destrucción del último bastión de la resistencia  indígena,  la ciudad de Láncia, hoy visitables sus restos, Roma toma posesión de sus nuevos territorios, no sin vivir, durante mucho tiempo focos de resistencia en las montañas.

 

Se iniciaría, desde este momento, el proceso de romanización de la provincia que cambiaría  el modo de vida de galaicos, cántabros y astures.

 

Los romanos utilizarían la mano de obra indígena  para trabajar en las múltiples minas que se repartieron por toda la geografía leonesa. Extraerían de las entrañas de  la  tierra,  cobre, hierro zinc y, sobre todo, oro, el precioso material por el que los romanos crearon una de  las mayores minas del  Imperio,  las Médulas, hoy Patrimonio de la Humanidad. Una grandiosa obra de ingeniería  que a través del sistema de “ruina montium” aportó ingentes cantidades de oro a las arcas imperiales a base de cientos de miles de litros de agua conducidos hasta el yacimiento por canales horadados en roca y  tierra, desde las lejanas laderas del Monte Teleno.

 

Para controlar, no solamente la extracción de minerales en Las Médulas, si no a lo largo y ancho de toda la provincia, rica en yacimientos de todo tipo, los romanos establecieron una completa red de comunicaciones, administración y abastecimiento. De este modo, y tras el regreso a Hispania de la Legio VII Gemina Pia Felix (aunque los últimos yacimientos arqueológicos adelantarían la fundación unos años, a cargo de la Legio VI Victrix), en la confluencia de dos ríos, el Bernesga y el Torío, nació, en el 68 d.C. la ciudad de León, gracias al asentamiento de un campamento militar de planta rectangular cuyo eje mayor o cardo, que medía 570 metros, se extendía de norte a sur, desde la Puerta del Castillo hasta el Arco del Rey, y el menor o decumanus, de una longitud de 350 metros, cruzaba de este a oeste, desde la Puerta del Obispo a la Puerta Cauriense, lo que representa una superficie aproximada de 20.000 metros cuadrados.