La ruta propone un recorrido estrictamente rural, por los remotos rincones que esconden los valles de los ríos Barjas y Selmo, parajes poco frecuentados, plenos de naturaleza y paisajes. A pesar de estar próximos, ambos valles deberán visitarse como recorridos independientes.
1.Villafranca-Corullón-Valle del río Selmo (1)Villafranca del Bierzo, la “pequeña Compostela” como se menciona en algunas guías de viajes, atesora un amplio patrimonio que bien merece una visita tranquila. Su calle del Agua, sus numerosas iglesias entre las que destaca la de Santiago y su castillo-palacio son solo algunos de sus reclamos. Pero Villafranca es sobre todo eje de caminos, pues en ella confluyen los más conocidos que dan acceso a Los Ancares, y también otros que conducen a rincones más apartados, pero equiparables en belleza y singulares paisajes, como son los valles de los ríos Selmo y Barjas.
La ruta parte de Villafranca por la carretera N-6 en dirección a Piedrafita do Cebreiro. A la salida de la villa, justo al pasar el puente sobre el Burbia, un indicador anuncia el desvío a (2)Corullón, el primer destino de la ruta, localidad que guarda algunas de las mejores huertas y viñas de esta parte de la comarca. Cuenta con un extenso patrimonio: su castillo del siglo XV y las iglesias de San Esteban y San Miguel, auténticas joyas del románico berciano. Por encima del pueblo, el Mirador de Corullón ofrece espléndidas vistas de todo el Bierzo.
Desde Corullón, la ruta prosigue por una carretera que serpentea entre valles de apenas 800 metros de altitud, lo que favorece que sus lomas estén pobladas por infinitos sotos de castaños y bosquetes de roble melojo. Frutales, viñas y huertos conforman un paisaje sosegado donde los pueblos se anclan en las laderas. La carretera avanza poco a poco; el paisaje se hace más agreste y en las zonas soleadas se acantonan encinares, a veces muy cerrados, mientras en los fondos de valle por los que discurre el agua, los chopos anuncian el bosque de ribera. En otoño, cuando las especies caducifolias tiñen sus hojas de ocres y dorados, generan paisajes de gran riqueza cromática.
Se llega así a (3)Sobrado, a orillas del Selmo, de aguas cristalinas y deliciosas truchas.
El siguiente destino es (4)Oencia, que se alcanzará tras dejar atrás pequeños pueblos como Friera, Portela de
Aguiar, donde quedan evidencias de una fortaleza, Cabarcos y San Tirso de Cabarcos, con restos de una calzada romana; y Castropetre, con dos grandes castaños. Estos valles custodian una de las mayores superficies de castaño de Europa. Tiene Oencia una bonita iglesia, un molino maquilero en el barrio de Quintela, dos enormes castaños centenarios y magníficas vistas del valle y de sus montes. Aunque el nacimiento del Selmo se sitúa aguas arriba en el valle, la ruta propone regresar desde aquí a Villafranca. Gran parte del retorno se hará por el mismo camino entre lomas y valles hacia Sobrado y Corullón. Pero a la altura de Friera, es posible desviarse hacia la carretera N120 en dirección a Toral de los Vados, desde donde se llegará con facilidad a Villafranca por la nacional VI.
Casas tradicionales con sus balconadas de madera o solanas, hornos comunales, molinos, lavaderos, fuentes y cortinos salpican el recorrido y sus pueblos, testigos de un pasado reciente, y a la vez muy lejano, donde la subsistencia requería de facenderas y la colaboración vecinal.
2. Villafranca-Vega de Valcarce-Valle del río Barjas
De regreso en Villafranca, se inicia la segunda parte del recorrido por la carretera N-VI en dirección a (5)Vega de Valcarce, cuyo nombre vallis carceris, referiría un valle angosto.
En plena ruta jacobea, la localidad está custodiada por el castillo de Sarracín, encaramado en un altozano junto al río Valcarce. A él se puede acceder dando un paseo entre castaños, robles y avellanos. Aunque los restos conservados son de siglo XIV, se vinculan a una torre defensiva anterior. Varias casas tradicionales, un hórreo con su cubierta de centeno y el viejo puente son otros de los recursos de la localidad, que ofrece también todo tipo de servicios turísticos.
La ruta prosigue; en Vega de Valcarce abandona la N-6 para desviarse en dirección a Barjas. Como en el valle del Selmo, pequeños pueblos se presentan al viajero con su caserío apretado en torno a la iglesia, hornos, molinos, fuentes y viejas fraguas que refieren modelos de vida ya desaparecidos.
Junto a extensos sotos de castaño manejados con esmero la carretera deja atrás Villasinde, Hermide y Moldes, para llegar a (6)Barjas, de casas de piedra y madera y la iglesia de Santa Marina. Después propone acercarse a Busmayor, otra pequeña aldea, que guarda en sus montes uno de los hayedos más occidentales y mejor conservados de la zona, el hayedo de Busmayor. Solo accesible a pie, se trata de un bosque de cabecera, que en la zona reciben el nombre de morteiras. Desde Barjas se inicia el retorno en dirección a (7)San Fiz do Seo por otra estrecha carretera que sigue el curso del río Barjas y ofrece algunos rincones casi mágicos. San Fiz debe su nombre al cordal montañoso que separa los dos recorridos planteados, presidido por la Peña do Seo (1.560 m). A finales
de la II Guerra Mundial, los yacimientos de wolframio de la zona suministraron a los alemanes el mineral necesario para la fabricación de armamento. Todavía quedan en el alto el poblado minero y los restos de las minas.
Apenas unos kilómetros después de San Fiz, se gana de nuevo la N-VI por la que se regresa a Villafranca.