En el Antiguo Testamento o en los textos de Homero o Virgilio, se leen descripciones de sacrificios en los que se asaban carnes de caprinos y ovinos para satisfacer a la divinidad. De estos animales tan propicios para la ofrenda, el cordero posee una especial simbología en nuestra cultura religiosa.
No vamos aludir a ella ni la la cultura pastoril, que es su ámbito neutral, pero sí hemos querido recordar ese pasado para contrastarlo con el valor culinario que en la actualidad ha adquirido el lechazo. Si el lechazo se entiende como algo propio de tierras castellanas, no falta en tierras leonesas una oferta semejante con las crías de ovejas churras que pastan en el entorno de las Montañas de Teleno.
Los recentales son sacrificados antes de los 35 días, una vez que han alcanzado entre 5 y 7 Kg.
Con ello se consigue una carne tierna, sin grasa y a la vez jugosa, de textura muy suave, que se ha considerado una variante del Lechazo de Castilla y León.