Entre las distintas construcciones montañesas que es posible contemplar en los valles más occidentales de Laciana y Babia, es común encontrarnos con numerosos hórreos.
Estas edificaciones para uso agrícola y ganadero en las que se conservaban, elevados sobre el suelo, el grano, la fruta y otros alimentos, son abundantes en algunas poblaciones del norte de la reserva, como Torrestío o Torresbarrio.
Su parte principal son unas “cajas” realizadas con tablones de madera (generalmente de roble) a las que se accedía mediante una escalera o “subidoria” de piedra, y separada del suelo por los pegollos o pies de piedra. La planta suele ser cuadrangular y los tejados a cuatro aguas, rematados por un pináculo. A diferencia de otros lugares de la montaña leonesa, en muchos casos encontramos la teja en vez de otro tipo de cubiertas.
Además, sobre su madera se pueden observar algunos elementos decorativos o funcionales, como ranuras para ventilación o también cruces, que servían como amuleto para intentar proteger su preciado interior.
En el caso de otro renombrado e insólito hórreo de la reserva, el de Lago de Babia, nos encontramos con un granero hecho todo en piedra. Por estilo, forma y tamaño se encuadra más en la clasificación de los hórreos navarros que en los típicos del noroeste español.
Algunos censos han cifrado en unos 100 los hórreos de la zona de Laciana en el municipio de Villablino, con sus 14 poblaciones. Especialmente destacables son los múltiples que pueblan Caboalles (de Arriba y de Abajo), localidades en la que también podemos avistar sus típicas paneras. A diferencia de otras poblaciones leonesas, en Laciana aún podemos encontrar casos de antiguos hórreos con su tradicional cubierta de teito, cubierta vegetal hecha con paja de centeno, y coronada en pináculo.