Existía en la edad media una costumbre tan común como extraña: la decisión voluntaria de emparedarse de por vida, de aislarse del mundo poniendo bloques de piedra de por medio.
Junto a la Iglesia de Santa Marta, subsiste en Astorga un raro testimonio de aquella tradición: la celda de las Emparedadas, de la que hay testimonio ya en documentos del siglo XIV.
Es un espacio irregular, con una ventana abierta a la calle (por donde las penitentes recibían limosna y alimento), y otra ventana que comunicaba con la Capilla Mayor de la Iglesia de Santa Marta (para poder asistir a los sagrados oficios).
La ventana se defiende con unos barrotes de hierro y en uno de sus marcos lleva una inscripción en latín que reza:
“Acuérdate de mi condición pues está será la tuya. Yo ayer y tu hoy”