El crucero de Santo Toribio marca el punto donde, en el siglo V, el obispo de Astorga se detuvo, tras ser expulsado de su sede, profiriendo: –De Astorga, ni el polvo-. Aquí hubo hasta el siglo XVII una ermita dedicada a este Santo.
El enclave fue lugar de paso de una de las calzadas romanas que partían de la antigua Asturica Augusta. Es probable que el origen de la localidad se remonte a la época visigoda, entre los siglos VI y VIII, alcanzando después un mayor desarrollo con el Camino de Santiago gracias a su cercanía con Astorga.
Se sabe por Jovellanos que a finales del siglo XVIII existió aquí una pujante industria dedicada a la elaboración de hábitos franciscanos.
Caber destacar, que en San Justo de la Vega se encontró una de las escasas muestras de arte paleocristiano de la provincia de León, un sarcófago probablemente realizado en época preconstantina y que había sido importado de Roma. Precisamente, su característica decoración iconográfica y estilística, con escenas pertenecientes a la Biblia, a los Evangelios y a textos apócrifos que recogían la tradición cristiana, permite fecharlo a principios del siglo IV. El sarcófago estuvo instalado en la catedral de Astorga, donde parece que sirvió de sepulcro temporal del rey de Asturias, Alfonso III, muerto en el año 910. En 1869 ingresó sin su cubierta en el Museo Arqueológico Nacional, donde permanece.
De su patrimonio sobresale la iglesia de los Santos Justo y Pastor del siglo XVI, de cuyo templo original sólo se conserva la torre con su espadaña. El interior alberga una imagen del santo patrón, obra del siglo XVI de Gregorio Español, un altar del siglo XVII y un cáliz gótico con adornos lombardos.
En San Justo de la Vega el peregrino dispondrá de farmacia, bar, restaurante y tienda antes de proseguir camino y entrar en la ciudad de Astorga. Por su proximidad a esta localidad, San Justo no dispone de albergue de peregrinos. Para disfrute del peregrino al final del pueblo existe un área de descanso a la orilla del río Tuerto con árboles y mesas.