La ruta propone un recorrido por el curso medio y bajo del valle del río Eria, La Valdería, dominado en sus primeros tramos por una llanura agraria que, al remontar el río, pronto se hace más agreste y montaraz, con paisajes de gran belleza.
No es un recorrido monumental, salvo que monumental se considere la posibilidad de disfrutar de una naturaleza privilegiada y del manejo ancestral que el hombre ha hecho de su entorno.
La ruta parte de (1) La Bañeza, donde no puede dejar de visitarse el Ayuntamiento, la plaza Mayor y sus casas modernistas. En la iglesia de Santa María hay una bonita imagen de La Piedad atribuida a Gregorio Fernández.
Y tras probar unos imperiales, se inicia el camino en dirección a Castrocontrigo y La Cabrera por la carretera LE- 25. Estos primeros tramos son llanos; la frescura del río todavía no se intuye, por lo que el paisaje está dominado por encinares, algunos parcialmente adehesados y grandes fincas agrarias. En primavera, el penetrante olor de las jaras impregna el aire de los mil aromas del monte mediterráneo. Se deja atrás Herreros de Jamuz para seguir por grandes rectas, que bordean la ZEPA Valdería-Jamuz, donde se establece un régimen de protección para aves querenciosas de estas estepas cerealistas. Unos kilómetros después, la llanura da paso a lomas cada vez más pronunciadas, en las que el pinar empieza a cobrar protagonismo para luego convertirse en la formación boscosa dominante.
Se llega así a (2) Nogarejas, una localidad pequeña, como la mayoría de este recorrido, que conserva aún su aspecto tradicional. Infinidad de pistas forestales y cortafuegos compartimentan el pinar en polígonos que facilitan su manejo forestal; entre ellos se intuye, a lo lejos, una vieja torre, única evidencia del castillo de Nogarejas, también llamado del Villar que, en su estratégica ubicación sobre unos riscos, ejercía el control del valle del Eria.
De nuevo en la carretera, apenas unos kilómetros después se llega a (3) Castrocontrigo, que tiene su origen en un castro romano del que se ha recuperado valioso material arqueológico. Es cruce de los caminos que acceden a La Cabrera y a Zamora. Se organiza junto a la carretera, donde todavía se mantiene alguna casa tradicional, la iglesia y el museo del Chocolate.
Después, el recorrido prosigue en dirección a Torneros de la Valdería y a Morla; tierras de cultivo y algunas masas arboladas se reparten las laderas y la vega, donde el río Eria perfila el valle. Sus aguas cristalinas dan nombre a buena parte de los pueblos de esta comarca, considerada puerta de La Cabrera con la que comparte varios rasgos identificativos. El río se encaja entre las estribaciones serranas y conforma un mosaico de ambientes en el que no faltan bosques de ribera, sotos de castaño, pastizales, encinares, robledales, pinares, matorrales y crestones rocosos, donde anida el águila real. En este tramo próximo a Morla, donde la carretera está trazada junto al cauce, el Eria ofrece magníficos rincones en los que observar el río y su capacidad erosiva, el bosque de ribera y las truchas que lo pueblan.
(4) Morla es un pueblo bonito y acogedor, con una arquitectura que recuerda a la de La Cabrera: sus casas de piedra con corredores cerrados, sus escaleras de patín, sus pajares y hornos, la iglesia de santa Eulalia o la ermita del Cristo de la Piedad, conforman un conjunto digno de visita, al que se unen dos imponentes castaños centenarios.
Pero Morla custodia otros valores, como el pantano de Fueyos, un depósito de agua ya empleado por los romanos para el laboreo de las minas de la zona; o numerosas fuentes témales, alguna aprovechada hace décadas en un pequeño balneario.
Pero el verdadero tesoro de Morla son sus pinturas rupestres. De difícil acceso en el paraje conocido como la Peña del Pozo Rocebros, se datan entre el Neolítico y la Edad del Bronce. Representan varias figuras humanas esquemáticas sobre las que aparecen algunos símbolos entre los que parece reconocerse un sol. Desde Morla el paisaje cambia y los robles melojos dan paso a algunos bosques de roble albar que ocupan las laderas más pendientes y pedregosas. Brezos, piornos y escobas ocupan el terreno antes dedicado a pastizales y cultivos. De aquí en adelante, la sierra de La Cabrera se adueña del paisaje, pero ese es recorrido para otra ruta…
Desde Morla se hace obligado regresar a Castrocontrigo y unos kilómetros después de Nogarejas, desviarse en dirección a Castrocalbón para continuar el recorrido de esta ruta. Los pinares, con su ancestral aprovechamiento resinero, garantizaron el progreso de una comarca a la que apenas llegó el desarrollo industrial. Se dejan atrás varias localidades, todas pequeñas, de sencilla arquitectura popular. Y por fin, (5) Castrocalbón, otro enclave estratégicamente ubicado en el curso bajo del Eria. Su origen se remonta a un castro de finales de la Edad del Hierro, ubicado en el mismo altozano donde se encuentran los restos de la fortaleza medieval que da imagen al pueblo. Junto a ella se encuentra la ermita de Nuestra Señora del Castro, muy venerada en la localidad. En el pueblo, que tuvo Fuero medieval, la iglesia de San Salvador refiere la innegable mano de artesanos moriscos, aunque su fábrica responde a una construcción posterior al siglo XIII.
En el término de Castrocalbón hay evidencias de la calzada que unía las ciudades de Asturica Augusta (Astorga) y Bracara Augusta (Braga), junto a la que se han hallado algunos fragmentos de miliarios, que ahora se custodian en el museo etnográfico y arqueológico de la localidad.
Para terminar el recorrido, se propone acercarse a (6) San Esteban de Nogales, donde contemplar, en un tranquilo paraje, los restos del monasterio de Santa María.