El origen de las mantecadas se remonta al siglo XIX en el convento del Sancti Spiritus de Astorga: una monja de este convento rescató la receta, que aún se conserva en la actualidad. Las mantecadas aparecen documentadas en 1805, elaboradas por los maestros confiteros «Maximo Matheo» y «Francisco Calvo», quienes las hacían por Navidad para el Seminario Astorgano.
La andadura comercial de las mantecadas de Astorga se inicia en 1850, cuando se fundan los primeros obradores. Las materias primas utilizadas para su elaboración artesanal siguen respondiendo a la receta tradicional: huevos, manteca de vaca y harina. Su tradicional envase se hace a mano, surgiendo con ello el oficio de «cajilleras», que aún hoy se encargan de dar el pliegue característico.