Las imponentes cumbres de Picos de Europa exhiben en sus pendientes y valles preciosas zonas de bosque. En ellas abundan las formaciones de hayedos por su gran adaptación a las difíciles condiciones climáticas del entorno, especialmente en las laderas más sombrías, pudiendo aguantar temperaturas de hasta -25°C.
En la zona montañosa, el hayedo suele ocupar una franja entre los 700-800 y los 1.500-1.600 metros de altitud como límite del arbolado. Por encima, las condiciones son tan extremas que los árboles no pueden sobrevivir, por lo que el paisaje se llena de matorral y pastizales. Esta es una situación fácilmente observable en puertos de la cordillera como Las Señales, San Isidro, Pandetrave o San Glorio.
Los hayedos conforman masas monoespecíficas, es decir, en ellas apenas viven otras especies, debido a las condiciones de sombra que provocan. En los claros del hayedo o en sus bordes pueden crecer los mostajos, espinos y acebos, que ofrecen alimento y refugio a multitud de animales. Tampoco es raro encontrar tejos, algunos milenarios, en los que con frecuencia busca resguardo el urogallo durante el invierno.
Hayedos como los de Soto de Sajambre, Vegabaño o Pico Baeza, ofrecen paisajes de gran belleza, especialmente en otoño, cuando los tonos ocres, anaranjados y rojizos de las hojas se combinan con la paleta de verdes intensos de los musgos, y sus troncos brillan con los haces de luz que se cuelan entre las copas.
No obstante, también es interesante visitarlos en época estival, ya que alguno de ellos, como el que encontramos en Panderrueda en camino a Posada de Valdeón, en ocasiones están incluidos en los recorridos de las rutas guiadas gratuitas que se llevan a cabo en el Parque Nacional. Así el visitante podrá descubrirlos de la mano de auténticos especialistas en la materia.