En el año 1142 el rey Alfonso VII donó a su mayordomo, el caballero francés, conde Ponce de Minerva, Mayordomo del rey y Gobernador de los castillos de la comarca, unos terrenos que se encontraban en el lugar llamado “Sotnoval” o “Saltus Novalis”.
El conde, de acuerdo con su esposa, Estefanía Ramírez y sus hijos Ramiro, María y Sancha, donó en 1167 estos terrenos al abad Diego Martínez, con el fin de hacer construir en ellos un nuevo monasterio cisterciense. Así se hizo y la vida monástica comenzó su existencia en 1117 con dicho abad y otros doce monjes procedentes del cenobio vallisoletano de la Santa Espina.
Durante los Siglos siguientes el patrimonio e influencia del monasterio fue en aumento gracias a las sucesivas donaciones tanto reales como la del rey Fernando III, como señoriales, en especial las de doña Urraca.
En 1835, siguiendo el mandato de la ley de desamortización de Mendizábal el monasterio fue abandonado por los monjes.
El elemento mejor conservado de este antiguo monasterio es su iglesia, de la que no consta fecha de construcción pero sí nombres de dos maestros que trabajaban en las obras, “Dominicus Magister”, de 1202 a 1203, y “Mícael el Maestro”, en 1205.
Consta de tres naves con cabecera en la que se señala al exterior y al interior con tres ábsides con ventanas grandes, muy esbeltas, con profusión de columnillas y molduras, sobre todo en el ábside central, y también hay claraboyas en los hastiales.
Destacan, en este edificio, la portada de entrada, con la representación del Crucificado y dos figuras orantes en el ático: San Bernardo y Santa María, ante el Cristo Crucificado y vicios y virtudes, representados por monjes encapuchados. Y en su interior, un magnífico retablo, de principios del Siglo XVII, de la escuela vallisoletana, que contiene unas magníficas esculturas de la Virgen con el Niño, Calvario y cuatro relieves alusivos a San Bernardo.
También son muy destacables los sarcófagos de los fundadores y diversas tallas de los Siglos XVI y XVII.
La sala capitular es antigua y el refectorio, la cocina y las bodegas, están parcialmente conservadas, así como la biblioteca y la gran escalera de subida al sobreclaustro. La zona de celdas monacales prácticamente se ha perdido, conservándose la sala abacial en la parte de poniente.