Situado al norte de Cacabelos, en una llanura entre el río Cúa y la reguera de Argentiñe, el castro de la Edrada se muestra como una de las piezas que complementan el castro de la Ventosa, y por consecuencia, parte de la historia arqueológica del territorio berciano.
Identificada también como Bergidum Flavium, en el Itinerario de Antonino, esta ciudad desarrollaba una vida urbana paralela a la del castro de la Ventosa, como centro administrativo y político de las explotaciones auríferas de Las Médulas y del resto de la comarca.
Su despoblamiento estuvo relacionado con las invasiones bárbaras o musulmanas de los siglos X y XI.
Las excavaciones realizadas sacaron a la luz restos arquitectónicos relacionados fundamentalmente con la vida doméstica, destacando una importante red de colectores destinados a la evacuación de aguas residuales tanto de domicilios particulares como del edificio termal próximo. La construcción es de gran solidez a pesar de su abandono, y refleja la importancia urbanística otorgada a dicho lugar, con restos de las épocas Bajo Imperial, Visigoda y Pleno Medieval cristiana.
Los hallazgos encontrados atestiguan su ocupación temprana: numismáticos áureos de Augusto y grandes bronces de Tiberio, que junto al material cerámico y lapidario sitúan la permanencia romana en el yacimiento desde mediados del siglo I hasta el V.