El Monasterio de Santa María de Nogales, en el pueblo de San Esteban de Nogales, es hoy poco más que ruinas, pero conserva el encanto y la suntuosidad de lo que fue un gran monasterio en otro tiempo.
En medio de un valle de tierras fecundas, se levantaba a finales del siglo XII en gran Monasterio de San Esteban de Nogales, dependiente del de Santa María de Moreruela, en Zamora, de la orden cisterciense, después de que viuda del conde Vela Gutiérrez, Sancha Ponce de Cabrera, traspasara a la orden todas las posesiones y pertenencias del territorio de Nogales en derecho hereditario.
Durante los más de siete siglos que estuvo habitado, pues la desamortización fue el comienzo de su deterioro, fue cuna de grandes varones, emporio de letras y ciencia, aunque hoy tan solo se conservan paredones dispersos, la espadaña de la iglesia y el arco de la entrada principal con su escudo heráldico.
Según José Dionisio Colinas, uno de los mayores estudiosos del convento, la importancia de la abadía fue cultural y material: «Sus riquezas y donaciones eran tan grandes que no se sabía con exactitud hasta dónde llegaban sus dominios». En el Museo de la Sociedad Histórica de Nueva York se encuentran dos esculturas yacentes de mármol, de estilo italiano, procedentes de este monasterio.